miércoles, 29 de febrero de 2012

A dos ruedas

He aqui una de mis grandes aficiones, la bicicleta. Precioso artilugio destinado a darnos movilidad a larga distancia, con un único combustible: mis calorías. Con múltiples beneficios para el usuario (cardiovasculaes, entre los más importantes), e infinitos para las ciudades: aire limpio, seguridad en sus calles, menos atascos, y un larguísimo etc.

Aqui expongo algunas de las bicis más originales que me he ido encontrando por el mundo, o, simplemente, estampas bonitas con un único protagonista.

Por un mundo más limpio ¡más aire y menos humo!



















Recordad que la masa crítica en Avilés es el primer viernes de cada mes. Es el día que nos juntamos para reivindicar por nuestras calles, una ciudad tolerante con el tráfico en bici, y difundir un gran mensaje: "¡No gasta un duro, y pone el culo duro!" Jejejeje, anímate a participar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

La otra península: maravillas de Portugal

De Huelva a Portugal, cruzando sobre el Guadiana. Primera parada, Castro Marín, precioso pueblito de colores a las faldas de un castillo. Un encanto rural, extraordinariamente ajeno al fervor veraniego del Algarve en pleno mes de Agosto.



En la costa atlántica, pero con cierto aire mediterráneo, el pueblo de Tavira, más famoso por su isla que por sus placenteras calles de adoquín rodeadas de fachadas de azulejos multicolor. Una parada obligatoria, aunque sofocante (no tanto por el aire caliente del verano, si no por la marea de gente en sus plazas).




Bateadores en el río Giliâo.





Adentrándonos en el interior de la región del Alrgarve descubrimos su antigua capital, Silves. Ciudad coronada por un magnífico castillo, dominando las aguas del río Arade.




La playa de Galé, primer respiro en las arenas de la región. Tranquila, salvaje, y apta para perros, toda una recomendación. Que no falte una cañita en el chiringuito de la entrada a la misma: pufs hipercomodos, mesillas  árabes de tetería, y unas vistas preciosas del atardecer.



Cabo San Vicente, la parte más septeptrional del pais, lo último y lo primero divisado por los portugueses que viajaban a las américas en busca de nuevas fortunas. Protagonista de historias y mitos, y de expléndidas puestas de sol.


Suicidio para los norteños, pero mágica como ella sola. Évora es la ciudad medieval por excelencia. Magnífico viaje por las colinas de almendros y olivos por la Estremadura portuguesa para llegar allí.




Y Lisboa, qué decir... su tranvía a Alfama...


El mirador de Santa Justa...


... la cervecería Trinidade... ¡que pasada de restaurante! Antigua abadía, restaurada para disfrutar de cerveza casera y exquisitos platos a buen precio.


Barrio Alto...



La torre de Belem...


Monasterio de los Jerónimos...



La Alfama... Los más jóvenes se ahorran el billete de tranvía viajando como pueden agarrados a las propias puertas del vagón.


Y sorpresas en la calle. 



De Lisboa a Sintra, a disfrutar del Cabo da Roca, el más occidental de la península, y del bosque de Sintra con sus incontables encantos ocultos: monasterio de los capuchinos, palacio de Montserrate, etc.
Y bloques y bloques para hacer escalada.




Azenhas do mar. Un poco al norte del Cabo da Roca, construido sobre un mar abrupto y embravecido, encontramos este pueblín de casas blancas, capaz de enamorar hasta al más urbanita.



Alentejo, región al sur de Lisboa, más gutosa al paladar por sus quesos y productos del campo que por su paisaje seco y castigado.


Acantilados de Peniche, siguiendo la ruta de Lisboa al norte, antes de llegar a la región del Douro.



Óbidos, reconocido en todo el pais por su castillo amurallado al este del pueblo. Visita obligada para quien quiera probar la mejor Ginjinha del pais.


Aveiro, la Venezia poortuguesa. Un canal inundado por pseudogóndolas cruza la ciudad en dos. Lo mejor, sus mercados a las afueras, en dirección al faro, donde un kilo de percebes te salen a precio de carne de pollo.




Y mi "best"... OPORTO. En mayúsculas, como bien se merece.  Más que un viaje en el espacio es un viaje en el tiempo, retornar a los tiempos en la vida en la calle, los juegos populares de los niños, las mujeres conversando en los portales... La ropa tendida en plazas comunes... Un lugar sin sentimiento de propiedad.






Y qué decir de vino...



Todo un mundo en el barrio de Ribeira, digno de un millón de instantáneas en cada segundo. ¡Hay tanta vida en tan poco espacio!







Y cerquita ya de Galicia, Viana do Castelo, al otro lado del río Miño.





Ánimo a todos a conocer este paraíso tan cercano.