lunes, 5 de noviembre de 2012

Cuba

Uno llega a la Habana, un día cualquiera de un mes cualquiera, un año cualquiera, y lo primero que le sorprende, a pesar de saberlo de antemano, es la vida en la calle, estancada en el tiempo de la Revolución.

Para disfrutar esta entrada, y recrear mi paso por Cuba, recomiendo verla al son de estos enlaces:



Como si los cubanos no tuvieran casa, comen sentados en cualquier escalón delante del portal, sacan el altavoz por la ventana para no perder ni un minuto de perreo en sus vidas, bailan, cantan, beben, tertulian... todo desde el escalón, o, como mucho, desde el balcón de sus casas.


Habana Vieja


Vedado, Habana


Parada del bus en Vedado, Habana


Parada del bus en Vedado, Habana


La vida en los infinitos soportales de Morón (Ciego de Ávila). Incluso hay quien saca la televisión por la ventana.


El descanso de la panadería. Calle Obispo, en la Habana Vieja.


Mecedoras. Cada casa tiene, al menos, una mecedora por miembro de la familia, incluyendo en el cálculo al perro.




Laguna de la leche, en Morón (Ciego de Ávila). llamada así por sus depósitos de cal, es el lago más grande de Cuba, con unos 40 kilometros cuadrados.


Estudiante de ciclo preuniversitario, en Matanzas.


Habana Vieja.


Habana Vieja.







Habana Vieja.


Malecón al atardecer. Baño en honor al orisha del día, orisha de las aguas.

Luego, está la música. Música en los bares, en la calle, en las casas, en la guagua...
Si Cuba exporta música de calidad al mundo, es solo una cuestión de stadística: dado que todo cubano se cría entre acordes y cantares, e slógico que muchos desarrollen hasta el arte esta capacidad.






Las bicicletas... Ese toque vintage que, sin quererlo, inunda cada rincón del pais.







El famoso carro americano, la visión del romanticismo cubano. Llenan las calles de color, decoran cada esquina donde se estacionan, y sobreviven, brillantes e impecables, al paso de los años en una sociedad sin recursos para lo estético.










Y millones de iconos más, que no descubres hasta sumergirte en lo profundo de la isla.

El Coppelia, la heladería más famosa, con sus infinitas colas.



Victor, "nuestra familia" en la Habana. Nuestro guía, y nuestro amigo.


Santa Clara, y el monumento al Ché. Allí donde el Ché no residió, ni nació, ni murió, allí donde yacen sus restos, orgullo desde el cubano más chico al más anciano.


El barrio chino, en la Habana.


El arte.

Y lo rural, el mundo del guajiro, el salto en el tiempo, el infinito parque natural verde exuberante.






 La flor nacional.
















Y el antiguo tren de Hershey, fabricado en España, en los años 40. Único tren eléctrico de Cuba, que aún conserva su vagón original. Ojo, si hay tormenta, se para ¡hasta una hora!







Y, para acabar, las curiosidades, curiosas para el que salta el charco, tan normales allí.
Por ejemplo, los bomberos vestidos de verde.


Los acuáticos, en el valle de Viñales, cuya musa, Juanita, les legó l acapacidad de curar con el agua.


El comunismo... No existen marcas, no hay publicidad. Algo tan coloquial como tomar una cocacola, resulta una auténtica misión imposible en la isla.


Cajas de habanos previas a la revoción... ¡un avilesino!


La bandera


Sombrillas de paja para que el canadiense lechoso no se ponga rojito


Colas hasta para casarte. En la casa de los matrimonios del paseo del Prado en la Habana Centro, una novia espera en su coche a que otra pareja acabe de casarse. Otros novios salen, en ese mismo instante, del salón de bodas.


"Señorita, venga a mi casa, ¡económico! ¡Cheap!"




Visita recomendadísima, sobre todo a aquellos amantes de la política: no habrá cubano que no saque, de una u otra manera, conversación sobre el comunismo y la situación del país. Opiniones, eso sí, para todos los gustos.