Abandoné las carreteras principales en Perpignan para recorrer la costa Vermella, los últimos kilómetros de costa francesa antes de alcanzar la frontera española.
Recorrí curvas y acantilados, viñedos y faros, amaneceres y atardeceres.
La ruta en tierras francesas, engalonada con sus pueblos pesqueros, de los que Collioure se lleva la palma, es un sendero de paz.
La Costa Brava, con su cabo de Creus y sus incontables calitas, es un paraíso natural donde los Pirineos bajan a darse un baño.
Y, en mi humilde opinión, lo único que mereció mi visita a Roses, este magnífico perro disfrutando del atardecer de septiembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario